- Sólo Natalia Rodríguez y Manolo Olmedo lograron terminar en puestos de finalista, lejos de los 10 que pronosticó el presidente Odriozola · Entrenadores, atletas y analistas denuncian graves problemas estructurales en el atletismo español · Los aficionados se preguntan cómo se puede revertir la situación.
Si la salud del atletismo de un país la marca el número de finalistas en unos grandes campeonatos, podemos aseverar que estamos en coma inducido. Son muchos los debates abiertos en busca de causas y, sobre todo, soluciones. A un año de los Juegos de Londres, el deporte rey de los mismos en España no llega en su mejor momento, sino más bien todo lo contrario.
Dos fueron los finalistas españoles en el Mundial de Daegu: Natalia Rodríguez y Manolo Olmedo. La tarraconense consiguió llevarse el bronce y el sevillano terminó cuarto, la agridulce medalla de chocolate. Así, el 1.500 salvó el orgullo nacional, que nunca se había vuelto sin metales desde la génesis del Campeonato en Helsinki, allá por 1983. El resto de representantes españoles no pudo entrar en los ocho puestos de honor de sus distintas especialidades, despidiéndose en muchos casos a las primeras de cambio. Ni siquiera nuestra reina de los Mundiales, la marcha, nos pudo echar la mano salvadora a la que nos tiene acostumbrados. En esta especialidad, como en otras, no se augura un brillante relevo generacional. Además el boom africano en el fondo, con una fuente inagotable de competidores de élite diezmada por la restricción de tres por país, imposibilita repetir los éxitos de antaño en determinadas pruebas.
El esfuerzo y la dedicación de los atletas españoles que acudieron a Corea están fuera de toda duda. Los convocados se batieron el cobre en condiciones extremas en los distintos puntos de la geografía nacional durante meses y meses. En competición, se dejaron la vida por defender su camiseta y su nombre. Sólo hay que ver las imágenes del maratoniano Pablo Villalobos o de la marchadora María Vasco, llegando extenuados a la línea de meta, poniendo en riesgo su integridad con el solo objetivo de dar la cara y acabar su competición. Nuestros atletas son los primeros interesados en lograr el mejor resultado posible. Pero, lo cierto, es que no estuvieron ni de lejos en sus mejores marcas.
El debate
Son días de reflexión en España, un país que no pudo ver en abierto, por primera vez en la historia, unos Mundiales de atletismo. Las opiniones se suceden en los distintos ámbitos de este deporte. El propio Secretario de Estado, Albert Soler, habla de “decepción”. Entre los atenuantes que esgrimen algunos miembros de la expedición se encuentran las condiciones climatológicas y horarias muy desfavorables a los españoles, en contraposición a atletas de otras nacionalidades. Además, miembros de la selección ponen de relieve la odisea de viaje a Corea y el escaso tiempo de adaptación. Otros coinciden en señalar los Campeonatos de España de Málaga, celebrados bajo un sol de justicia en pleno mes de agosto, como un motivo de desgaste.
Son días de reflexión en España, un país que no pudo ver en abierto, por primera vez en la historia, unos Mundiales de atletismo. Las opiniones se suceden en los distintos ámbitos de este deporte. El propio Secretario de Estado, Albert Soler, habla de “decepción”. Entre los atenuantes que esgrimen algunos miembros de la expedición se encuentran las condiciones climatológicas y horarias muy desfavorables a los españoles, en contraposición a atletas de otras nacionalidades. Además, miembros de la selección ponen de relieve la odisea de viaje a Corea y el escaso tiempo de adaptación. Otros coinciden en señalar los Campeonatos de España de Málaga, celebrados bajo un sol de justicia en pleno mes de agosto, como un motivo de desgaste.
Además del análisis a corto plazo, que puede hacer fluctuar uno o dos resultados, pero nunca el abismo que media entre los dos finalistas de facto y los 10 que pronosticó el presidente Odriozola, se pone de manifiesto un problema estructural. Distintos entrenadores, atletas y analistas de este deporte han apuntado en diferentes direcciones. Unos argumentos afectan al ámbito organizativo. Las críticas hablan de una Federación que lleva la misma batuta desde finales de los 80, la de José María Odriozola, y de un Comité Técnico con los mismos nombres y métodos desde hace tres décadas. También se pone en el candelero el sistema de repartición de becas que, para muchos, no fomenta la ambición deportiva del atleta, que podría acomodarse en las marcas mínimas. Respecto al trabajo de base, no son pocos los que denuncian una nula conexión entre el atletismo escolar y el federativo que coexisten como dos ciudades-estado.
Otros, aluden directamente a la falta de competitividad del atletismo español. Los mítines atléticos de renombre en nuestro país brillan por su ausencia y los deportistas que pueden hacerlo no se prodigan en las grandes citas del calendario internacional, donde de verdad se compite contra la élite mundial de las diferentes especialidades.
El futuro en España de un deporte que ha tenido más repercusión mediática en las últimas fechas por el tema del dopaje que por lo puramente competitivo es una incógnita. El atletismo español atraviesa una crisis no sólo de resultados, sino global, desde los cimientos de la pirámide hasta la punta del iceberg de los Mundiales y los Juegos. El debate continúa en el aire con una pregunta que merodea las cabezas de aquellos que aman la esencia del atletismo en sus múltiples disciplinas: ¿Cómo se puede reconducir la situación?
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